Una de las mejores cartas de reclamación, que he leido.

El otro día nos enviaron esta carta, que sin duda no tiene desperdicio, una de mas mejores que he leido, espero que os guste.

Publicado en una columna de El Mundo

Un buen amigo de este rincón en la Red nos envía esta carta, que él mismo remitió a una empresa fabricante de preservativos adjuntando  una funda de preservativo cerrada… y vacía.

«Al encargado del Departamento de Atención al Cliente (O como se  denomine en su empresa):

Como ya habrá podido observar, debido a la diferencia de volumen, color,y textura en comparación con el papel donde está escrita esta  carta, le adjunto un envase de preservativo de la marca propiedad de  su empresa. Si se fija detenidamente se dará cuenta de que en su  interior no se encuentra profiláctico alguno. Este detalle no tendría  por qué tener la más mínima importancia por sí mismo, pero concurre  una circunstancia que lo diferencia de las demás fundas de  preservativos vacías. La que usted tiene en estos momentos en sus  manos (o encima de su mesa) nunca ha sido abierta por dedos humanos  (ni de ningún otro mamífero). Creo notar en su rostro cierta sonrisa  de solicitud de comprensión (.. ha sido un fallo de envasado… Es  muy raro que algo así suceda…). Lo que sí que es un suceso  absolutamente inhabitual es que yo ligue. Por desgracia las hembras  de mi especie (mujeres, chicas, etc.) no acaban de apreciar lo que para mí es un irresistible  atractivo (el mío) por lo que el lograr unas relaciones sexuales  plenas y satisfactorias con alguna de ellas, se convierte en mi caso  en una gesta absolutamente homérica.

Leído el párrafo anterior le supongo capaz de suponer mi expresión de absoluta incredulidad matizada por algo de estupefacción al comprobar  el pasado sábado como a mi lado, en la cama, reposaba, no sólo mi  cojín favorito, sino también una hermosa mujer (escribo hermosa  aprovechándome de que usted jamás podrá comprobarlo). Basándome en su  desnudez y en el hecho de que tuviera su mano apoyada en mi pene,  deduje que su principal intención era hacer el amor conmigo.

Aconsejado por la prudencia y la higiene decidí hacer uso de un  preservativo… del único preservativo que había en casa, dejado por olvido por un  amigo más afortunado que yo en sus relaciones con las mujeres. Cuál  no sería mi sorpresa (cabreo, enfado, desesperación, odio la raza  humana en general y a los fabricantes de condones en particular) al comprobar esta nueva mala jugada del Destino en forma  de preservativo inexistente… La funda estaba vacía. La mala suerte  boicoteaba el que podía haber sido mi primer coito del año (y fíjese  en qué fechas estamos ya).

No me parece oportuno aburrirle contando las argucias a las que tuve  que recurrir para convencer a mi ocasional compañera de lo saludable  de una fellatio, pero sí considero necesario el hacerle saber el gran  trastorno que me supuso su fallo de envasado para que tome las  medidas disciplinarias (amputación de la mano derecha, doscientos  latigazos, etc.) que considere oportunas con el responsable de  semejante desatino, así como las medidas compensatorias con la  víctima (léase yo, mismamente) de su error. Me despido sin más  deseándole de todo corazón que nunca tenga usted que vivir una noche  tan desastrosa como la que la no presencia de un producto de su  empresa me produjo a mí.»

La respuesta consistió en una carta personal muy amable y un paquete  que contenía veinticuatro cajas de condones de doce unidades cada una: 288 condones, en total.

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